Espacio
Es importante remarcar esta propiedad del espacio que está en su definición y que corresponde a la univocidad entre el objeto y el espacio. Si pensamos, por ejemplo, el movimiento de un objeto en un espacio dado, deberemos asumir que ese recorrido, esas torsiones y desplazamientos, ese libre juego de traslaciones, no son sólo posibles porque existe un espacio que las contiene, sino que son ellas mismas las que generan ese espacio, y es entonces que podemos -a través del movimiento/quietud- entender cómo el objeto y el espacio resultan integrados en una única unidad.
Tampoco “fragmentamos” la sensación de espacio en la consecuencia de sus objetos incluidos y de sus propiedades, sino que percibimos una unidad integrada e idéntica donde el todo es la parte y la parte el todo: objeto(s)/espacio e, idénticamente, espacio/objeto(s). Noción de “fractalización” del espacio de los acontecimientos.
El Espacio Acústico
Este parámetro de nuestra investigación no es nuevo; sabemos del empleo consciente -artístico- del espacio acústico en los coros espaciales del renacimiento y barroco: Thomas Tallis, Costanzo Porta, Josquin Desprez, Andrea Gabrielli, Claudio Monteverdi, Johann S. Bach y muchos otros lo pusieron en juego. Unísonos a distancia, contrapuntos imitativos al unísono, ecos, fueron recursos utilizados para la expresión -la construcción-. Este aspecto venía sin duda asociado a una sensibilidad arquitectónica que tuvo su eclosión en el gótico y se desplegó hacia los grandes espacios. El templo, los espacios laberínticos donde pequeñas salas -sin perder su “intimidad”- convergían hacia grandes espacios, comunicándolas, eran el lugar ideal para el desarrollo de ideas puntuales que se comunicaban en un discurso global en el “centro” del espacio arquitectónico: la oreja del espectador. Este es un modelo central pero a la vez abierto ya que los discursos recorren las galerías y viajan de manera aleatoria hacia destinos incalculados, más allá de la presencia central del oyente: por el momento, no es el ojo de dios que todo lo escruta y al que nada puede escapar, no; es más bien el centro de un torbellino, el ojo de un tornado que proyecta su expansión, se abre -quizás, y en muchos casos- hacia el dios mismo. (No importaba por entonces la energía que se perdía en los recorridos).
Con el surgimiento de la música electroacústica, es el espacio acústico uno de los aspectos del sonido que parecen más fáciles de controlar: es a través del espacio acústico que el universo estacionario de la primera música electroacústica parece ganar expresión. Las variaciones dinámicas, los complejos espectrales, las construcciones rítmicas vertiginosas, no alcanzan a “competir” con la producción analógica, aleatoria, verdaderamente compleja del sonido instrumental ó vocal. Los sistemas electrónicos fueron “fabricando” modelos cada vez más exactos para el control espontáneo de “valores” que serían traducidos en un espacio más plástico y flexible. Del pan-pot pasamos a la múltiple espacialización de las cúpulas acústicas, del corte de cinta a controladores digitales de la envolvente dinámica, del registro analógico con cinta abierta a la digitalización temporalizada de los eventos. Podemos decir que hoy existe la posibilidad de “localizar” cualquier objeto sonoro -de cualquier procedencia- en cualquier lugar del espacio acústico global, podemos “modelar” ese objeto de manera tal que no sólo se imite, se duplique (eco), reverbere en el espacio, sino que podemos realizar traslaciones, rotaciones, desplazamientos y cualquier tipo de manipulación topográfica y topológica del objeto sonoro. Las reglas y la técnica para estos comportamientos son precisas y merecen el estudio e investigación propias de cualquier tratado de orquestación ó de contrapunto.
Esta experiencia electroacústica se proyectó en anticipos como los coros esparcidos de Charles Ives ó en derivados como las músicas en el espacio de Karlheinz Stockhausen (Kontakte, Sternklang y otras).
Bibliografia:
- http://experimenta.biz/revistaexperimenta/archives/1004
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